en nuestras neuronas,
y ríos de piel
por mi ser naveguen...
Cuando ramas sigan
las hojas caídas,
y el hielo se torne
en perpetuas nieves...
lo negro y el barro,
y el peso del mundo
las rodillas sieguen...
Cuando roto el alma
por vagos recuerdos,
tu imagen difusa,
por fin, toque a muerte...
con su hoz de acero.
Querré que me funda
su cuerpo de nieve.
Querré sentir pronto
cómo, en un instante,
se apaga la luz,
que tanto me hiere.
1 comentario:
Ernesto, qué poema más rotunda y amorosamente bello. Qué tristeza más alegre.
Me encanta, compañero.
Te mando un abrazo grande.
Ángeles
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